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Basi Díaz sirve y charla con un cliente del establecimiento, ayer, en el bar de la Peña Bolística de Torrelavega. Luis Palomeque

Cuenta atrás para el Bar de la Bolística

El establecimiento será desalojado en el plazo de un mes y dejará paso a la restauración del edificio de Baldomero Iglesias, aún sin un futuro claro

Javier Gangoiti

Torrelavega

Miércoles, 18 de junio 2025, 07:15

Hablar del Bar de la Peña Bolística es hablar de Torrelavega y de los torrelaveguenses de toda la vida. De las rabas, de aquellos caracolillos de hace ya años, los cámbaros, los blancos y parroquianos de siempre. En los últimos 53 años, desde 1972, esta fue su casa. De media mañana, tarde e incluso horas de alterne, como recuerdan hoy muchos de estos habituales, entonces más chavales. Ayer también estaban. Y hoy también. Pero la cuenta atrás ya es una realidad. Torrelavega se despide de uno de los bares más emblemáticos de todo su tejido hostelero, el de la Peña Bolística, punto de referencia indiscutible de la plaza Baldomero Iglesias a lo largo de más de medio siglo, cobijo de innumerables encuentros y, en menos de un mes, recuerdo añoradísimo de miles de torrelaveguenses. Ese es el plazo estimado que el Ayuntamiento ha concedido para desalojar el establecimiento, paso previo al inicio de las obras para consolidar los números 4 y 5 del inmueble. Su futuro está en duda, a caballo entre un posible Museo del Hojaldre o tal vez oficinas; no así el del bar, que desaparece, en principio, para siempre.

Mientras pasaba la bayeta por la barra ayer cerca de las diez de la mañana, a Basi Díaz le venían recuerdos de lo que ha sido este lugar. Ella solo era una niña de 9 años cuando ya echaba una mano siempre que el tiempo y el cole lo permitían. «Mi madre ya me ponía a freír rabas entonces, sobre un taburete», rememoraba, orgullosa de un negocio familiar fundado por sus padres, Lorenzo Díaz y Benedicta Fernández, y regentado por el hijo de estos, Miguel Ángel Díaz. El local fue traspasado a este en 1972 –tiempo antes de comprarlo el Ayuntamiento– y comenzó a hacer historia junto a sus hermanas: Basi, Carmen, Cari, Cecilia –que ya se jubiló– y también su hijo, Miguel Ángel.

Clientes consumen en la terraza del local, frente a la plaza Baldomero Iglesias. L.P.
Las frases

«Miro las fotos de todos nuestros clientes y me emociono muchísimo. Muchas gracias a todos»

Basi Díaz

Empleada

«Este bar es un referente y ha servido a cuatro generaciones de vecinos. Gracias a los clientes»

Miguel Ángel Díaz

Empleado

Ellos fueron cruciales, como también los clientes. Basi confiesa emocionarse cuando se acuerdo de ellos estos días. «Miro las fotos de todos nuestros clientes y me emociono muchísimo. Muchas gracias a todos», expresa. A su lado, Miguel Ángel también hacía memoria ayer mientras servía. En la Bolística, muchas de esas comandas van seguidas siempre de un nombre propio o un apodo. «¿Qué, pero os echan?», «¿cuándo?», «¿tienen que hacer la obra del edificio, no?», se interesaban. «Este bar es un referente y ha servido a cuatro generaciones de vecinos», recuerda Miguel Ángel, agradecido también a «todos los clientes».

Sin fecha concreta

Esa historia terminará más o menos en un mes, que es el tiempo que ha concedido el Consistorio para que el local quede libre y los operarios empiecen a trabajar, aunque la fecha exacta todavía no ha sido concretada por la familia. Los tiempos del desalojo en general tampoco han sido demasiado específicos en los últimos meses. Un acuerdo entre las partes evitó la judicialización del caso a finales del año pasado, a lo que después siguió un proceso de licitación –el de la obra– especialmente largo y marcado por la ausencia del presupuesto, primero, y la renuncia posterior de la empresa propuesta como adjudicataria (Tamisa).

Resueltos esos problemas y encargada la obra a la constructora Global Tektia, por 445.751 euros, se acorta ya sin más remedio el 'periodo de gracia' concedido al establecimiento hostelero antes de dejar libre el edificio, un inmueble que, como el bar, también puede considerarse un emblema de la ciudad.

Entre museo y oficinas

Ese pasado histórico se sostiene fundamentalmente en su uso como Ayuntamiento entre 1855 y 1926, antes de que los torrelaveguenses adquirieran el Palacio –un año antes– a su anterior propietario, Luciano Demetrio Herrero. Después, alojó la sede de Servicios Sociales, hasta que su deterioro en la cubierta y su estructura de madera obligó a su desalojo.

Lo que no está claro es su futuro. Oficialmente, y a voluntad del PRC, parte del número 4 acogerá el futuro Museo del Hojaldre, pero este emplazamiento está en discusión por el resto de grupos, incluido el PSOE, socio de gobierno. Los socialistas proponen utilizarlo para reubicar oficinas municipales;el grueso de la oposición, sin embargo, insiste en reagrupar estas sedes no aquí sino en el Palacio municipal, también pendiente de obras.

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