Pablo, primero a la izquierda, junto a Pilar y Luis, muestran sus etiquetas inteligentes para alimentos.R. C.
El invento de tres jóvenes para saber si un alimento es apto para el consumo, entre los mejores de la UE
Ciencia ·
Sus etiquetas inteligentes cambian de color en función del crecimiento bacteriano en la comida, una herramienta muy útil contra el desperdicio alimentario y que ha merecido estar en el 'top ten' de la Oficina Europea de Patentes
Pablo Sosa (Canarias, 29 años) compartía piso de estudiantes en Elche con Pilar Granado (Toledo, 29 años) y Luis Chimeno (Huelva, 28 años) mientras los ... tres cursaban la carrera de Biotecnología en la Universidad Miguel Hernández de la ciudad ilicitana. Un domingo de mayo de 2018 Pablo encontró un filete de pollo en la nevera que no presentaba buen aspecto y, además, olía algo raro. «Tenía una pinta bastante extraña, más bien fea, pero siempre que surgían dudas con algún alimento, Pilar y Luis me decían 'anda comételo tú que tú te lo comes todo'. Yo era como una especie de cobaya humana para ellos, jajaja».
El caso es que Pablo decidió cocinarse aquel trozo de carne y comérselo sin pestañear y sin que la ingesta afectara en lo más mínimo a su salud. No se intoxicó, pero aquella anécdota fue la chispa que encendió su curiosidad y generó algunas preguntas. ¿Cuántas veces tiramos la comida a la basura sólo por su aspecto?, ¿cómo saber si un alimento es apto para el consumo? ¿qué hacer si al abrir el frigorífico te encuentras una chuleta de carne sin su color original y con un aroma distinto al que tenía cuando la compraste fresca?
A partir de estas dudas empezaron a darle vueltas a la cabeza y se lanzaron a la aventura de inventar algo para saber sin rodeos si un filete de carne o de pescado, un embutido, unas verduras, una fruta o las sobras de anteayer se podían comer sin riesgo para la salud al margen de su apariencia. «Queríamos que fuera algo sencillo, que hasta mi abuela supiera utilizarlo, y pensamos en una etiqueta que cambiase de color en contacto con el producto y nos aclarara si está bueno o malo», explica Pablo desde Elche, donde los tres biotecnólogos llevan afincados desde sus tiempos de universitarios.
Conscientes de la utilidad de su invento, lanzaron en 2019 la empresa Oscillum, un nombre que rinde un pequeño homenaje al bar de Elche donde se juntaban a tomar cañas, a divagar de la vida y a perfilar poco a poco su proyecto. «El bar se llamaba 'El columpio' y allí nos reuníamos para hablar de nuestras ganas de emprender y de nuestras ideas, y como los columpios oscilan, le pusimos el nombre en latín. Es una forma de honrar nuestros orígenes», aclara Pablo.
Con Oscillum han desarrollado sus etiquetas inteligentes (y biodegradables) que muestran en tiempo real el estado de los alimentos en términos de frescura y prolongan su vida útil más allá de la fecha de caducidad o de consumo preferente.
Las pegatinas son en realidad unos biosensores del tamaño de una moneda de 1 euro que cambian de color en función de la actividad bacteriana y despejan la incertidumbre de si tirar o no a la basura la comida guardada. «A medida que las bacterias se multiplican, liberan compuestos que provocan un cambio de color visible en la etiqueta y esta medición es la que avisa de si el producto está en buen o mal estado, lo que permite tomar decisiones sobre su consumo y en su caso reducir el desperdicio de alimentos», detalla.
El objetivo de los investigadores era resolver las dudas a las que se puede enfrentar el consumidor ante cualquier alimento. «¿Que no sabemos si nos vamos a intoxicar? Pues vamos a medir ese problema específicamente y así avisamos a la gente de si el producto está bien o mal. Da igual que sea bonito o feo, que se haya ido la luz o la refrigeración durante unas horas como pasó el otro día con el apagón, porque si las bacterias no están suficientemente altas, lo puedes cocinar y comer. Y nuestras etiquetas proporcionan información verdadera del producto», precisa Pablo.
Galardón europeo
Tras casi un lustro de puesta a punto de la tecnología, de pruebas piloto y de búsqueda de financiación, Oscillum ha empezado este mismo año a comercializar las etiquetas y el invento ya les ha dado una primera alegría: los tres han sido seleccionados entre 450 candidatos y forman parte de un ramillete de diez finalistas del Premio Jóvenes Inventores 2025, que otorga la Oficina Europea de Patentes (OEP) y que se dará a conocer en una ceremonia oficial en Reikiavik (Islandia) el próximo 18 de junio. Son los únicos españoles y Pablo ya considera «un honor» formar parte del 'top ten' de los mejores innovadores de Europa.
«Estar nominados junto a otros diez emprendedores internacionales es una pasada, sólo estar ahí es impresionante por toda la proyección que nos puede dar», esgrime. Con semejante aperitivo, los tres inventores tienen motivos más que suficientes para 'alimentar' su ilusión de pasar del 'top ten' a ganar en alguna de las cuatro categorías del premio, y por eso cuentan los días que faltan para la gran cita de Islandia, a la que tienen previsto asistir junto a algunos familiares.
Los tres biotecnólogos, en el laboratorio.
R. C.
La OEP ha destacado el papel que pueden jugar las etiquetas inteligentes creadas por los tres biotecnólogos en la lucha contra el desperdicio alimentario. De hecho, recuerdan que sólo en la UE se desechan más de 59 millones de toneladas al año, lo que equivale a 132 kilos por persona y un coste de ¡132.000 millones de euros!, equivalente al gasto sanitario en España sumando recursos públicos y privados.
«Los consumidores suelen guiarse por el aspecto de los productos o por las fechas de caducidad estándar para valorar su frescura, lo que ocasiona el desperdicio de alimentos que aún son comestibles», apunta Pablo, que destaca también el papel de las etiquetas frente a las intoxicaciones alimentarias. De hecho, donde ahora mismo su empresa tiene más clientela es en África. Y es que allí salvar de la basura un trozo de carne gracias a la etiqueta de Oscillum »significa poder comer un día más«, indica.
«En esos países la seguridad alimentaria es una prioridad. Si evitas una intoxicación puede suponer que una persona viva o muera; es muy drástico, pero es la realidad», sostiene el emprendedor. «Por decirlo de alguna forma, estamos poniendo el foco donde más nos necesitan, África, Sudamérica y también estamos empezando a trabajar en países del sudeste asiático». En cuanto a Europa, Pablo dice que es un mercado que les interesa, «claro que sí», pero matiza que en Occidente y en los países más industrializados se da prioridad a «lo bonito» antes que a la seguridad. «En Europa muchos consumidores desechan alimentos que están buenos porque les parecen feos. Creo que poco a poco iremos cambiando ese concepto, pero por ahora la industria sigue siendo muy perfeccionista y la gente quiere frutas bonitas y que el trozo de carne esté bien rojo», opina.
-Oye Pablo, dime la verdad... ¿tú utilizas en casa vuestro invento?
-Síiii!! sobre todo cuando compro un envase de pechugas de pollo, lo abro, consumo una o dos y lo dejo en la nevera. Y a los pocos días vuelvo al envase y me entra la duda de si cocinarlas o no... Pero bueno, debo decir que al final me las como siempre, jajaja.
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.