
Rubén Calderón
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Rubén Calderón
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, doctor en Economía de la Educación y tenedor del diploma distintivo al Economista del Año, Rubén Calderón (Madrid, 1971) –« ... pero si no le importa ponga que soy de Aguilar de Campoo, que es de donde yo me siento»– avanza por su duodécimo curso como rector magnífico de la Universidad Europea del Atlántico ensimismado con la aritmética. Sumando fuerzas con la universidad pública para hacer el sistema mucho más competitivo, restando importancia a las críticas del Gobierno central a la actividad de la universidad privada y multiplicando grados y másteres como si fueran panes y peces. Dividir se le da peor.
–Doce ya son años suficientes para hacer un balance.
–A mí me parece que es positivo. Hemos desarrollado un total de quince grados, 17 másteres y cuatro programas de doctorado y, además, hemos puesto en pie todas las instalaciones deportivas, la residencia universitaria y el Centro de Investigación y Tecnología Industrial, el Citican. Teniendo en cuenta que partíamos de cero, yo creo que es para sentirse satisfechos.
–Uneatlántico abrió sus puertas en el mes de septiembre de 2014 con ocho grados y 350 alumnos.
–Es correcto.
–Y hoy oferta quince grados y tiene 5.215 alumnos.
–Entre grado y máster.
–¿Entiende que ha alcanzado su madurez o cree que aún se encuentra en ese proceso?
–En términos relativos resulta muy difícil hacer más en este tiempo. En términos absolutos todavía nos quedan algunas cosas por hacer.
–¿Como por ejemplo?
–Tenemos que desarrollar más los doctorados y reforzar las líneas de investigación tanto en la Universidad como en el Citican.
–Entiendo.
–Personalmente creo que estamos a un año o un par de coger la velocidad de crucero.
–¿Qué calificación se pondría a sí mismo?
–Evaluarme a mí es una tarea que le corresponde a los demás, pero, por si le sirve como pista, le diría que soluciono problemas. Soy un poco como Harvey Keitel en 'Pulp Fiction'.
–¿Qué tienen sembrado en el campo de la investigación?
–Somos una universidad generalista, aquí representamos a las cinco ramas del conocimiento; tenemos planes de estudios de salud, de experimentales, de humanidades, de ciencias sociales y de ingenierías. Pero es verdad que cerca del 50% de nuestros proyectos de investigación y de nuestras publicaciones provienen del área de la alimentación, donde tenemos un alto impacto. Es que es prácticamente imposible abarcar todos los campos. No hay en España ninguna universidad que sea buena en todas las líneas de investigación.
–¿Y qué le dicen los datos sobre la empleabilidad?
–Que muchas de las primeras plazas de los rankings de empleabilidad las ocupan las privadas, entre otras razones porque se preocupan más que las públicas. Son más pequeñas, más cercanas, sus convenios de cooperación con el entorno empresarial son mayores y algo más anchos y sus planes de estudios están más próximos a la realidad profesional que se van a encontrar los estudiantes
–¿Se sienten menospreciados en relación con las universidades públicas?
–En general, el sistema universitario público tiene una buena percepción de los campus privados, o al menos de los campus que cumplimos todos los requisitos. Al menos aquí, en Cantabria, la convivencia es bastante buena, no existe una rivalidad insana porque, con el paso de los años, hemos demostrado que somos complementarios.
–Entonces usted no cree que se les considere universidades de segunda.
–Puede ser una parte del relato, pero, en general, tenemos uno de los mejores sistemas universitarios del mundo, es extraordinario, muy garantista.
–¿Cómo se le quedó la cara cuando escuchó al presidente Sánchez decir que las universidades privadas son chiringuitos educativos?
–Eso es algo que no debió decir porque el sistema universitario está sujeto a unas reglas del juego que son las mismas para todos. La única diferencia que existe entre las universidades públicas y las universidades privadas es su financiación.
–El ataque a las privadas no se quedó ahí. Poco después la vicepresidenta Montero dijo que los médicos formados en ellas no ofrecen garantías.
–Y eso tampoco se puede decir porque los planes de estudios están verificados por agencias nacionales y los estudiantes estudian lo que tienen que estudiar. Ni más, ni menos.
–¿Usted diría que hay chiringuitos educativos?
–No.
–Cuando uno lee que un fondo de inversión ha comprado una universidad se pregunta si se está haciendo negocio con la educación superior.
–La normativa actual es la que es y yo, como no puede ser de otra manera, la tengo que respetar, pero si quiere que le sea sincero, a mí que un fondo de inversión que cotiza en bolsa compre parte del accionariado de una universidad me chirría.
–¿Qué opina del real decreto sobre el reconocimiento y acreditación de universidades que prepara el Gobierno?
–Pues que estoy totalmente a favor porque al final lo que persigue es conservar lo que tenemos, un sistema universitario garantista y de calidad.
–Hay quien considera que la normativa actual es muy laxa y que por esa puerta se están colando universidades que ni se acercan a su definición.
–Claro, lo que esa norma pretende es que una universidad tenga un número mínimo de alumnos, un número de titulaciones mínimo y un espacio físico mínimo para poder afrontar proyectos de investigación.
–¿Uneatlántico cumple todos los requisitos?
–Desde luego que sí.
–¿Y cree que esas nuevas condiciones van a servir de verdad para mejorar la calidad académica universitaria?
–Sí. Parte de las condiciones que se han plasmado en ese decreto van a conseguir, de algún modo, que el crecimiento del sistema universitario sea sostenible y, a la vez, sostenido.
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