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Tardaba en salir la fumata, aunque los más pesimistas presentíamos el humo negro que podía obstaculizarle al Gremio de Editores su presencia en la Feria ... del Libro de Santander. Porque en este negociado cultural, incapaces de luchar contra el enemigo verdadero, siempre estamos dispuestos a hacerlo entre nosotros. No es extraño que el tenderete amenace ruina. El negocio agoniza mientras dos de sus más importantes actores culturales –libreros y editores– tratan de arrancarse entre sí la mascarilla del limitado oxígeno que brota de las ventas. Cada uno va a lo suyo, caínes y abeles que, por maldición divina, llevan la discordia por bandera y ahora no quieren compartir la escasa limosna de las ferias. Es el mundo al revés, capaz de sacrificar a los más pequeños para mayor abundancia de los grandes, que de esa manera siguen imponiendo su vergonzosa uniformidad cultural.

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