Marcos de Quinto

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Marcos de Quinto
Marcos de Quinto es una de esas personas que no se guarda nada. Él mismo presume de su libertad actual para expresarse como considere sobre ... cualquier tema. Especialmente crítico con el Gobierno nacional, el empresario, vicepresidente a nivel mundial de Coca-Cola entre 2015 y 2017, fue diputado por Madrid del Congreso de los Diputados dentro del Grupo Parlamentario de Ciudadanos, hasta su renuncia en mayo de 2020. Ayer estuvo en Santander como invitado por CEOE-Cepyme en su Asamblea anual, donde defendió la figura empresarial.
–Usted es empresario y ha sido diputado en el Congreso, ¿comparte la queja del sector corporativo respecto a la excesiva influencia, para mal, que puede tener la Administración en la iniciativa privada en forma de demoras e inspecciones, entre otras?
–Absolutamente. Creo que la administración pública está para facilitar el trabajo de los empresarios y no para poner trabas. No hay que olvidar que el ámbito privado sostiene al sector público, por lo que lo que debería hacer este no es sólo agradecer su existencia, sino facilitar su labor.
–Usted que ha militado en política pero procediendo de la esfera empresarial, ¿se sentía extraño en ese ecosistema?
–En política he estado siempre, y sigo ahora. Si te refieres a que he estado encuadrado dentro de un partido –Ciudadanos– fue toda una experiencia. Entré en Cs como independiente, lo que ocurre es que llegó un momento en que Albert Rivera me quería poner en la Ejecutiva y me dijo que era necesario que tuviera el carné del partido, algo que tuve durante relativamente poco tiempo. Me encuentro mucho más cómodo haciendo política sin estar encuadrado en ninguna sigla. Cuando estás en un partido te odian todos los de los otros partidos e incluso algunos del tuyo. Cuando estás en la sociedad civil sucede lo contrario: todos te empiezan a querer.
–¿Está reconocida la figura empresarial en España?
–No, para nada. Parece que en este país hay que estar pidiendo perdón por ser empresario y tener éxito. Todo esto tiene que ver mucho con la hegemonía cultural de la izquierda.
–¿Qué medidas ve necesarias para mejorar la actividad corporativa?
–Quitar trabas y regulaciones. Desde el punto de vista económico el crecimiento es lo que soluciona todo. Si lo hay, llega el empleo y el incremento salarial, pues la gente se pelea por tener el mejor talento. Así se generan más ingresos e incluso baja la demanda de subsidios, por lo cual también pueden bajar los impuestos e incluso incrementar inversiones en infraestructuras. Todo ese círculo virtuoso se retroalimenta. Para que llegue todo ese crecimiento se necesita inversión. Esto es un tema muy sencillo, porque si tienes dinero y puedes invertir aquí o en cualquier lado, ¿cuáles son los factores que determinan esa elección? Hay muchos factores: legislación predecible, una justicia ágil, una fuerza laboral formada, flexibilidad dentro del marco laboral, impuestos justos y competitivos, energía barata... Hay un montón de factores que determinan esa decisión de inversión. Por tanto, lo que tiene que hacer el Gobierno es ver esos factores y tratar de hacer algo al respecto. No se pueden tener 17 legislaciones distintas. Uno se gasta más dinero en gestores y abogados que en poder enfocarse en su propio negocio.
–¿Está haciendo algo el actual Gobierno nacional en la línea que usted menciona?
–No, para nada. Este Gobierno es un gobierno de sinvergüenzas y de golfos... Perdón, rectifico, de golfos y sinvergüenzas.
–Usted ha hecho inversiones inmobiliarias en Cantabria. ¿Es este un buen emplazamiento para invertir?
–(Ríe). No lo sé. El palacete de Mazcuerras lo compré por ayudar a unos viejos amigos de la familia porque el banco se iba a quedar con esa propiedad. Esa es la razón. Ahora estoy reparando todo ese palacete, que estaba en muy malas condiciones.
–¿Cree que el aumento de las temperaturas puede trasladar ciertas corrientes económicas –turismo, inmobiliaria– hacia el norte de España?
–El cambio climático no es nuevo. Lleva sucediendo 45.000 millones de años. Es una cuestión periódica, lo que pasa es que se ha empezado a medir desde el siglo XIX. Hay geólogos haciendo catas en los casquetes polares, por lo que conocemos cómo habría sido la atmósfera en tiempos pasados. Todo esto ha sido una gran estafa. Desde el Club de Roma en los 60, el agujero de la Capa de Ozono, Al Gore diciendo que se derretirían los polos... Es todo una gansada y una estupidez.
–Los empresarios, especialmente las pymes, han criticado el impacto de las subidas continuadas del Salario Mínimo.
–Cualquier cosa que venga impuesta desde el Gobierno me parece contraproducente. Hay que dejar que el mercado funcione y libertad a la gente. Que se acomoden las necesidades de las personas y las empresas. Lo que sí me parece una tomadura de pelo absoluta es que la ministra de Trabajo –Yolanda Díaz– llame Diálogo Social a juntarse ella con sus dos empleados: 'Pepito' Álvarez y Unai Sordo. En los últimos cuatro años Álvarez (UGT) ha recibido 202 millones del Gobierno y creo que CC OO 178 millones. Se reúne con sus dos empleados y luego dice que ha habido Diálogo Social. Es todo un engaño absoluto.
–¿Qué efectos puede tener la reducción de jornada laboral?
–Posiblemente muchos autónomos y microempresas tirarán la toalla. Cada vez hay un mayor flujo de gente que no necesita vivir del Presupuesto público y debe empezar a estar subvencionada. Hay dos Españas, la que vive del Presupuesto y la que contribuye al mismo. Ahora hay 16 millones de personas en el primero y 16,9 millones en el segundo. No es sostenible, salvo que al final seamos como Venezuela o Cuba con la gente totalmente empobrecida.
–¿Cómo ve la guerra comercial global?
–Lo que recomiendo es juzgar a Trump por lo que va a obtener. Trump lo único que ha hecho es que el resto del mundo pruebe lo que el resto del mundo ha hecho con Estados Unidos. Las barreras, no obstante, son las mínimas. No sólo son los aranceles bestiales de la UE sobre EE UU, sino barreras no arancelarias como especificaciones técnicas o sostenibles, que igualmente coartan totalmente el comercio. Estados Unidos llega un momento que se harta y cuando la gente se da cuenta de que esto hace daño, pues se sienta y negocia.
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